Sigue Rockeando!

jueves, octubre 17, 2013

¡Que equivocado estaba!

Aún recuerdo cuando de niño en épocas de regalos o cuando terminábamos un curso escolar más, nuestros padres acostumbraban darnos algunos presentes para que no pasara desapercibido nuestro esfuerzo y siempre representaba un sentimiento de emoción y gran expectación por saber cual sería nuestro regalo. 

En ese entonces no había oportunidad de recibir muchos regalos o dulces sin algún motivo aparente pues la economía no era muy buena. De ahí que cuando llegaba un regalo era motivo de gran alegría y dicha en casa. 

Sin embargo, cuando más expectación tenía yo por recibir algo o les había lanzado demasiadas indirectas a mis padres acerca de lo que me gustaría recibir, me llevaba una gran desilusión al ver que en esa ocasión no había "llegado" regalo para mi y sólo para mis hermanas que por supuesto se lo habían ganado con mucha ventaja sobre mi, pero que como lo dije, hacia que mi corazón se estremeciera y en ocasiones, lo reconozco, el coraje y enojo se hacía presente. 

Siempre pensé que cuando fuera mayor esa situación cambiaría, y todo el dinero que yo ganara estaría destinado a complacer todos mis caprichos y gustos. ¡Que equivocado estaba!

¿Y por que digo esto? Ahora que ya soy esa persona mayor que trabajaría para comprar todo lo que se me antojase, todo el poco dinero que gano (pues en realidad cada vez me alcanza para menos) se va para cubrir los gastos para la supervivencia diaria y para los caprichos y gustos y necesidades de... ¡Mi hija y mi esposita maravillosa! 

Y justamente hoy volví al pasado en mi presente, cuando de pronto mi esposa bajó algunas bolsas del carro después de ir al súper y dijo con tono emocionado, ¡Compré algunas cosas! ¿Quieren verlas? Inmediatamente mi hija y yo asentimos y nos colocamos en posición para ver lo que "mamá" nos había comprado. Y después de vaciar las bolsas, y haberse probado las diferentes prendas, había sido todo. Ya no había más regalos y las bolsas estaban vacías, no había regalos para mi. Todavía con cierta incertidumbre pregunte como lo hacía de niño: ¿ya es todo? Y al escuchar la respuesta que reafirmaba lo que yo ya sabía, inexplicablemente la sensación fue distinta a la que sentía cuando era sólo un niño, esta vez hubo alegría y satisfacción al ver la cara de mis mujeres llena de alegría por tener nueva ropa para estrenar, ¿pues que más alegría y plenitud puede darte algo que no sea recibir un regalo? Claro, sólo el dar es mejor que recibir!

¡Gracias a Dios por que hasta hoy ha provisto todo lo que hemos necesitado! ¡Y aún mucho más!

No hay comentarios.: